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domingo, 19 de enero de 2014

De vez en cuando la vida me besa en la boca.


Yo no tenía ganas de conversar y ella, parecía no tener tiempo de escuchar.
Así es que nos acomodamos cada cual en lo suyo, inmóvil yo, seca, y tan indiferente a todo, que no vi acercarse la tormenta.
 Marela refunfuña en la cocina.
Le brilla todo el cuerpo, montones de gotitas patinan en su rostro, negra bonita.
Un delantal de blanco como una nube y, parece levita, pero Marela corre.
-¿Querés ñoquis? -Pregunta sin esperar respuesta mientras esparce harina sobre la mesa y me extrañan sus manos como palomas.
-Sin sal, murmura para si misma, sin sal los ñoquis son la cagada.
Algo se arrastra por ese cielo que entra por la ventana, un run-run-run que estalla en inmenso rayo
y ¡Santa Bárbara bendita! La cara de enharinada como un payaso, tres veces de persignadas y a mi la boca casi que me revienta de carcajadas.
¡Cuanto no me reía mi negra linda! La motita apretada cual caracolas con aire de africana ahí en las narices.
-¡Bendíceme señor los ñoquis! Que con esta humedad ¡No hay quién los haga!
-Ay de mi! Saltitos de gorrión entre las gardenias.
-¡Se me moja la ropa! Y comienzan a dejarse caer las desmayadas gotas.
Me acerco al ventanal a aspirar el ayer en la tierra caliente, Marela se demora...
Y es como una cortina la llovizna, como un volcar de fuente y Marela no viene...
¡Ahí está! Tan mojada la turra como sonriente y me alarga la mano a que me le acerque
a empaparnos las dos como cuando chicas.
-¡Y vamos a llorar! -me dice - A llorarnos todas las cosas tristes, a dejar que se marchen, a gritar esa rabia que a mi me tiene muda y a vos te deja inerte.
Mi negra hermosa...
Gritamos como locas`¡Dos descosidas! Me dolía la garganta de tanta bronca, me dolía mi vida.
En un charco de barro me hundió las manos y me dijo a la cara
-Sana -sana en el alma que no en las manos.
-Sana-sana mi niña, ahí es la herida.
Volvimos abrazadas a la cocina y amasamos recuerdos para otro día, amasamos sonrisas.
Almorzamos con mate y con tortas fritas que los ñoquis sin sal son una cagada.
Y hube de dar las gracias, por la simple razón de seguir con vida.
Y por mi negra bella.